Creo que la primera vez que tuve concienca de que algún día iba a morir fue alrededor de los 7 u 8 años.

El sentimiento fue de tristeza.

Estaba viendo la televisión y salieron unos angelitos que rezaban en círculo, mi interpretación fue que me iba a morir.

Como estaba llorando mi padre me preguntó que me pasaba y yo le mentí, le dije que mi hermna mayor me había pegado. Ella se quedó boquiabierta y lo negó, claro.

Cuando tenía 14 años murió mi abuela, una Señora que yo quería mucho, nos sacaba a "los pinos" como ella decía y sabía muchos refranes, a mi me parecía muy sabia. Los últimos meses la oí quejarse de dolor por el tiempo que pasaba en la cama. Me horroricé cuando vi las llagas, partes de su espalda en carne viva, lo recuerdo como si fuera ayer.

En esa época yo había empezado a probar el tabaco y al morir ella decidí tirar el paquete por el retrete.

A los 17 años murió mi tia, la hermana pequeña de mi madre. Ella fue un ejemplo de mujer. Nunca la vi quejarse, siempre estaba contenta. Tenía esclerosis múltiple y poco a poco la dejó postrada en la cama.

Mi madre decía que había enfermado cuando le pusieron una inyección para tener un aborto, yo siempre creí que quizá era cierto, pero porque le habían tocado o metido algo en la médula, no por el aborto, no por un castigo del "señor". Quien sabe.

Me impactaron otras muertes, como la catástrofe del camping Los Alfalques, donde murieron más de 250 personas.

Aún así, la muerte nunca me había tocado, y crecí con el sentimiento de inmortalidad, aunque una vez dejé un grupo de personas cuando empezaron a tratar este tema, entonces yo ya tenía unos 25 años, y y no creía que iba a vivir para siempre, ni que tuviera otras vidas.

Sentí el escalofrío de la muerte y el pánico cuando me diagnosticaron una enfermedad mortal.

No creía que fuera a morir, no podía ser, ¿por qué a mi?

No quería dejar a mis hijas, eran muy pequeñas.

Sentí una angustía terrible los primeros días, y luego, gracias a la respiración me fui calmando.

Hoy sigo viva, pero no se hasta cuando.

Me cuesta vivir como si hoy fuera el último día de mi vida, aunque a veces lo consigo.

En esos momentos, doy gracias a la vida, por todo lo que tengo y por todo lo que he vivido y disfruto de cada momento como si fuera el último.

El turó de la Peira, la pineda donde nos llevaba mi abuela a mi y a mis primos, en el barrio de Horta-Vilapicina. (Barcelona).

La concienca de la muerte