No te quedes en el pobrecito yo

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A todos nos puede pasar reconocer sentimientos de desánimo, de derrota, de desilusión.

Si son puntuales, no pasa nada, el peligro es cuando se instalan por largo tiempo.

No importa las circunstancias que nos toque atravesar, unas veces más o menos desafiantes: una enfermedad, la muerte de un familiar, problemas económicos, de pareja, de hijos, lo que sea… o, quizá lo tenemos todo, pero sentimos que nos falta algo.

¿Cuántas veces durante el día podemos sentir lástima de nosotros mismos?

Pregunto en plural porque la sociedad en general está orientada hacia el síndrome del “pobrecito yo”.

Es posible salir de este sentimiento, y cuanto antes lo hagamos mejor, porque la vida es corta.

Para mi solo tengo esta vida, y claro, quiero sentir alegría, ilusión, felicidad, quiero, como decía mi hermana cuando tenía 5 años: “quiero divertirme”.

Lo tenía muy claro: queremos estar contentas.

Es posible cambiar la forma de cómo percibimos el mundo.

No basta con solo desearlo, hay que tomar acción.

Porque por mucho que nos pongamos a pensar en esto, o a querer cambiar el estado de ánimo, no bastará con solo usar nuestra mente.

Lo digo muchas veces: para cambiar necesitamos energía.

Si consideramos que somos energía sí podemos salir del “pobrecito Yo”,  tenemos un cuerpo físico, pero también un cuerpo energético, y ejercitar ambos es lo que hacemos en la escuela online de pasesenergeticos.com

A través de los pases energéticos logramos redistribuir nuestra energía de tal forma que nos empezamos a sentir con mayor energía y vitalidad y a cambiar la forma en que percibimos el mundo de todos los días.

Practicar en grupo, aunque sea de forma online, es mucho más poderoso porque la energía del grupo te empuja a cambiar.

La propuesta de las mujeres y hombres de conocimiento del México antiguo, sigue viva en nuestros días: consiste en mover el punto de encaje.

¿Qué es el punto de encaje?

Los chamanes del México antiguo tenían la capacidad de ver a los seres humanos como campos electromagnéticos o esferas luminosas y dentro de estas se percibía una esfera mucho más pequeña del tamaño de una pelota de tenis con una luminosidad más intensa a la que le llamaron El Punto de Encaje. Estas personas decían que la percepción ocurre ahí, en ese punto.

Podemos  mover el punto de encaje hacia otro lugar; esto es lo que hacían aquellas mujeres y hombres, y lo que puede hace cualquier persona interesada: alejarlo de la posición del “pobrecito yo”.

Basta ya de de sentirnos víctimas, digo de sentirnos, porque cierto es que existen víctimas,  que nadie me malinterprete, estoy al lado de las personas desfavorecidas, siempre, desde pequeña.

Cuando una mujer es maltratada y asesinada por su pareja, es sin duda una víctima, pero ¿podría la educación haber evitado esta muerte?

¿Podría haber “girado su rueda del tiempo” si hubiese aumentado su autoestima? 

¿Si hubiese tenido un mejor concepto de sí misma?.

¿Hubiese permitido una sola mala palabra?.

Pienso  que la manera de resolver muchos de los conflictos de la sociedad de hoy en día es la educación emocional.

Es imperativo dejar de sentirnos víctimas, echar la culpa a los demás, quejarse. De nada sirve. Cambiemos, movamos el punto de encaje.

Cuando decimos en las clases  “ensoñarse a sí mismo”  quiere decir que “acechemos el yo” y miremos cómo estamos viviendo, cómo estamos sintiendo y cómo estamos actuando.

Taisha Abelar, en una charla que dio en 1994, en  Los Angeles, propuso a su audiencia el siguiente ejercicio:

Escriban su diálogo interno durante tres días, esperen tres días y léanlo.

Señalen en un periódico donde esté expresado el concepto del pobrecito yo.

El yo se presenta al mundo como un “pobrecito yo”.

Ustedes pueden mover el punto de encaje hacia otro lugar; esto es lo que hacen los brujos, alejarlo de la posición del pobrecito yo”.

¿Cómo se mueve el punto de encaje?

Necesitamos energía.

Mi predilección son los pases energéticos, imbuidos de un intento muy antiguo, y científicamente estudiados y adaptados por los estudiantes directos de Carlos Castaneda (el Dr. Miles Reig y la Licenciada Aerin Alexander) para que resulten ser verdaderos intentos de alcanzar un estado físico y anímico óptimos.

Con esta energía extra, pensemos que la cotidianidad nos ocupa toda nuestra energía, vamos y debemos recapitular.

Puedes saber más de la recapitulación en la primera clase: El arte de la recapitulación (contenido freemium)

En la misma charla, Taisaha Abelar  habló de “para el diálogo interno”

Paren el diálogo interno, la meditación y técnicas de respiración son buenas para esto.

Usen cualquier técnica que funcione, pases brujos, técnicas de mirar.

Practiquen la impecabilidad; conocerán la impecabilidad cuando no tengan ningún interés personal. 

Actúen sin esperar nada a cambio. Si proceden impecablemente, el punto de encaje se mueve al sitio donde no hay compasión, a la conciencia acrecentada.

El cambio viene de dentro, para cambiar el mundo, las circunstancias, el universo, debemos mover el punto de encaje.

El camino no es fácil, para nadie, la lucha es contra nosotros mismos, no contra los demás, contra el ego, contra el pobrecito “yo”.

En Conócete a tí mismo, aprende a amar (contenido freemium), Elena Parsons, psicóloga e intructora de Being Energy en México, nos dice:

Todo es un proceso de educación, todo es un proceso de conocimiento, todo es un proceso de evolución y mientras sigas haciendo el esfuerzo por aprender, por reconocer, no importa cuántas veces te caigas”.

Muchas veces me doy cuenta que me sigo presentando con mi pobrecito yo, un viejo hábito bien arraigado al que estoy acechando.

Para acabar te propongo que si en algún momento te sientes “pobrecita yo” te pongas a bailar con los pasesenergeticos de Being Energy, te dejo aquí un video de 5 minutos, si con 5 minutos no ha cambiado tu ánimo vuelve a ponerlo. Al final, te sientas o te estiras y no haces nada. 😉

Te recomiendo también que hagas el ejercicio de Taisha, el de escribir durante 3 días tu diálogo interno.

Y respira, se consciente de tu respiración profunda, completa, tranquila, al menos por periodos de tiempo.